El tipo intentaba comprender que sucedía, pero la dama no soltaba. Ella sólo reía y lo tocaba meditabunda. Como una infante. Como una psicópata. Como un mercader meticuloso.
Él sabía que ya no había salida, pero al menos algo había comprendido. Daba igual la edad o el agua bajo el puente, una mujer siempre competiría con otras. Por más que maduren, jamás dejan de ser niñas. Ni con 30 años dejarán de ser hermosas niñas.
Y como niñas, nunca dejan de jugar con muñecos.
¿Pues saben? Los mejores muñecos son con los cuales es peligroso jugar.