Todos los cuentos son ficticios; la mierda, sumamente real.

Friday, May 25, 2007

Las mujeres hermosas

Mi Dulce Kriptonita






Hay veces que puedo comprender la tragedia de ser Superman. Esa sensación no buscada de inmortalidad que te hace no temerle a nada, puede verse como algo llamativo y que cualquiera quiziera poseer. ¿Pero que pasa cuando quien no conoce el dolor recibe un pequeño roce? El dolor nos hace fuertes, y quien no es su amigo, sufre más cuando lo conoce. Eso me ha sucedido durante la vida. Suelo sentirme invencible, inmortal. Como si nada pudiera hacerme daño ni nadie fuera superior a mi. Llevo treinta años de mi vida sintiendome Superman, pero el problema rádica en las enormes cantidades de Kriptonita que se mueve con paso firme, delicado y de tacón por las calles: las hermosas mujeres.




No puedo ni caminar en paz. Tres pasos fuera de mi oficina y me encuentro con las enormes bellezas con las que Dios nos ha maldito. No quiero sonar homosexual, pero creo que el mundo sería mucho mejor sin mujeres. No si no existieran, sino si pudieramos vivir sin necesitarlas. Miro a la derecha, y una estilizada trigueña camina con tacones de oficina, piernas largas y suaves y un traje ejecutivo que la hace ver agresivamente hermosa. Su rostro demuestra desconfianza con el entorno, se mueve como una gazela acechada por tigres, pero con inteligencia, con suspiacia, mordiendose el labio al enfrentarse su mirada con la mía y darme la silenciosa invitación a que cuando pase por el frente, mantenga la mirada en su culo. A ella definitivamente me la tiraría. Me seco la frente y avanzo un poco para poder almozar y olvidar el picazón orgásmico que me causó y me encuentro con un grupete de escolares dando vueltas por providencia. Mierda... Se que tengo 30 años pero... No puedo negar que las dos bajitas de pelo negro y peinado japonsoide son tremendas. Senos crecidos y levantados, piel tierna, musculos duros, piernas gruesas y jugosas... Creo que estoy mal enfocado, ¡pero que puedo hacer! Los jumpers no deberían usarse tan cortos.




Creo ser un tipo centrado. Tengo los pies bien puestos en la tierra. Pero cuando el rumor de un suspiro femenino amenaza mi entorno sencillamente mi cerebro se apaga y funciono en piloto automático. ¿Conocen esa sensación? ¿Esos momentos en los cuales nada de lo que conoces, eres y has formado parece servir de algo? Debo ser claro, se mucho del mundo. Puedo llevar cuentas económicas gigantes, me mantengo siempre al tanto de lo que sucede en el mundo, dirigí la reformulación del proyecto urbano de la capital y aún así con la huella de un par de gluteos femeninos, pierdo completamente mi valor. No me malentiendan, no es que no sepa como actuar con una mujer. De hecho, tengo fama de máquina en la cama. Pero siempre al haber contacto visual por primera o única vez con una dama, es como si Mr. Hyde desapareciera y posecionara mi cuerpo un escualido y temeroso Dr. Jekill. ¿Que significa esto? Tiran mis labios, mi mirada se esconde como si los ojos de la afrodita de turno fueran balas, y mi cuerpo completo se entumece haciendome tropezar o simplemente encorvarme sin estética alguna.




Y no es que suceda con las más hermosas. He ahí el problema. Por mi trabajo, siempre estoy rodeado de mujeres hermosas, el problema es con las que aún no conozco. Mi problema es esa reacción energumena y antinatural de mi cuerpo a deshacerse al tener el primer contacto con los ojos de una mujer CUALQUIERA... Es como si mis cientos de conquistas no existieran, como si me volviera un quinceañero nuevamente. No comprendo realmente que sucede, pero a momentos se nubla el mundo y sencillamente me pierdo en mi propia fatalidad.




Entiendo el dolor de una herida. Son pequeñas, creanlo, son ínfimos rasguños. Pero para un hombre de acero, para el que no sufre, para el que no siente, no duda ni pierde... Un pequeño moreton es un charco de sangre, y una mujer hermosa, puede resultar temible Kriptonita.






Monday, May 14, 2007

Mi gorro


Aún queriendolo tanto, tuve que verlo yacer sin sentido sobre una triste tabla color piel.
Lo miro de frente y veo sólo flechas de lana, que lo vuelven a tiempo arma, a tiempo escudo. Sus colores secos son recuerdo de su cruda cuna, esos tonos simples de la cordillera. De su misma bravura de suelo alto, escapan rebeldes hedras desertoras, y decendien dos delgadas piernas, que bailan al viento sin jamás pisar suelo. Ellas nunca han pedido nada, pero siempre abrazan mi cara.
Una azul pelusa intrusa, se acurruca entre sus hilos de altiplano. La azul visita ensucia su solemne postura, como un pedazo de cielo que quiere caer sobre mi trozo de patria. Así que sin mucho pensarlo la quito con dos dedos. Ahí está nuevamente, cercano pero intruncable, tal cual su tierra. Vuelvo a mirarlo y a sonreírle, lo devuelvo a su puesto.
Vuelve a ser mi corona.

Monday, May 07, 2007

Desperté





Una vez conocí a una mujer. La vi, la besé, la toqué y la amé. Le canté, le bailé, le hablé, y maté. Juntos reímos, jugamos, bebimos, fumamos, corrimos, lloramos, perdimos y ganamos. Ella era alegre, alocada, sinvergüenza, cariñosa, entregada, soñadora, romántica, perdida, apasionada, impulsiva, bajita, calida, cercana, confiable, eterna, lujuriosa, llamativa, coqueta, enceguecedora, clara, arrojada, impetuosa, despreocupada, aproblemada, sencilla, soñada, lunática, celestial, diabólica y mía.
Yo era joven. Lo fui dos veces. Y todo en nosotros: perfecto. Eso sencillamente me abrumó. Por eso decidí cerrar los ojos y descanzar.
Luego los abrí. Y ahí la conocí. Rozó mi brazo, acaricié su pelo, apreté su mano, devoré su boca y abrazé su cuerpo. Ahí la conocí.

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