Todos los cuentos son ficticios; la mierda, sumamente real.

Tuesday, November 28, 2006

Segundo Asalto



Sabía que no podía detenerse. Lo tenía muy claro, pero no lograba moverse. Los flashes y la nubocidad de sus ojos lo detenían sobre su cansancio. No era tanto el golpe. Simplemente eran los muros. Esos malditos muros. No podía entender como se adelantaban a sus pasos, segundo tras segundo, apareciendo en un destello cada vez que su brazo pensaba adelantarse al cuerpo o cada vez que otro brazo venía en su encuentro. Era imposible mantenerse así. Roberto lo sabía. Sabía que la primera regla del boxeo era dejar la mente en blanco, pero era simplemente imposible con esos flashes de mierda, sobreponiendose como una generación espontanea. Cataplum!!!! Así de rápido, así de volatil, Así de.... Jab en la cara, eso dolió... Roberto no podía concentrarse, pero a la vez no podía desconcentrarse. En el momento en que su mente se enfocaba en poner la mano donde la piel se veía roja, una de esas mariconas luces blancas lo detenían, lo devolvían a sus sueños, a esas veces cuando Matilde lo cuidaba, cuando le rogaba no seguir, cuando jugaba a ser luchador, a ser arquitecto, o astronomo y actor famoso a la vez. Todo a la vez, ahí estaba, ahí puedo oler casi como si fuera ahora esos bollos recien horneados de ma... Jab en el estomago, por la puta... otra vez concentrado. No había forma de huir, pero tampoco podía quedarse. Roberto se mantenía firme, esperando que una luz más lo llevara hacía alguna parte, esperando a que un golpe más lo enderezara de una vez.

Un muro, o una puerta. Ambos sin orden, sin tiempo, sin un punto fijo. Y eso que intentaba hacer algo... Jab. Pero esta vez de Roberto para el moreno... Uno más, otro, otro, leche caliente, otro, bandeja, jab, en el rostro, cachetada, golpe bajo, otro, sangre en la nariz, otro, lagrimas, un flash. Otro golpe, y luego otro flash y pronto la campana sonó. ¡¡¡Ting Ting Ting!!! El ganador levantó el brazo limpiandose los mocos. Otra vez ha derribado a su hermanito, su madre lo reta, Roberto entiende que no debe hacerlo. Pero resulta tan tentador...Jab, es decir cachetada... Sabe que no debe volver a hacerlo, pero se siente tan bien. Como si la maldita sangre hirviera!! Ahí, en el ring, su hermano se mantiene tendido. Roberto levanta el cinturón. La gente aplaude al victorioso hijo de perra. KO. El asalto a terminado.

Tuesday, November 21, 2006

Por la puta!

De mi único hijo no saqué más que malos ratos. Es simple. El hijo de su abuelo es un imbecil. Y criado con un imbecil no cabía otra posibilidad que seguir el mismo sendero. Día tras día, el genéticamente imbecil hacía cualquier cosa posible por sacarme de mis cabales. Rompia mis libros, borraba los avances que hacía en el computador, decía pelotudeces frente a mis mujeres y siempre... siempre encontraba la manera de cagarme el día. Creo que no puede esperarse menos. El pendejo idolatraba a su padre, y siendo así no podía esperar menos. Todo un molde de mi persona. Creo que el chiquillo sólo deseaba calzar en mis zapatos y a momentos simplemente los rompía superando al original. Una mierda. Por la puta! Porque había salido tan a mi? Me rompía la cabeza día a día tratando de imaginar alguna manera de ponerle freno, pero mi orgullo de halcón no me permitía dejar de ser un pendejo sobrecrecido con unos cuantos fanaticos en el globo. No había caso... Así que opté por lo sano.

No pasaban las 3 de la tarde. Lo se porque me habían soltado del trabajo y en la ventana de mi escritorio la luz me llegaba justo en la cara. Por la puta! Odio esa lucecita que intenta gritarme a diario que he consumido otras 24 horas!! Tengo claro que los días pasan, y que no lograba acabar de una vez con mi demonio externo. Ese tuberculo de mi mierda. Ese día el pendejo llegó. Había ganado un concurso de cuentos. Me sorprendió un poco que dentro de esa mente cochinamente brillante hubiera ideado algo fuera de torturarme como para ganar algún premio. Ese día estaba más agradable de lo común. Se sentó calmadamente a contarme del premio, de la plata, de sus ganancias, de lo mucho que deseaba independizarse (el pobre iluso) y que ya con 15 años no quería ni terminar la escuela, ya había descubierto lo suyo.

Ahí me dió el golpe de gracia.

El pedazo de mierda me mostró su galardonado escrito. Era bueno, de hecho era bastante bueno. Era algo que yo mismo hubiera escrito. De hecho era algo que YO MISMO HABÍA ESCRITO. Lo miré con furia.- Pendejo de mierda!!!- le grité sin pensarlo al ver que se había robado un capitulo del libro que estaba escribiendo y que llevaba 4 meses en proceso, y lo agarré de ese huesudo cuello que ostenta con holgura. Lo zamarrie de un lado al otro. Le grité de todo lo que tenía en mi basto repertorio (cosa que a esa altura, rodeado de criticos, era bastante) y lo puse contra el balcón del departamento. Mientras hacía presión hacia afuera lo miraba a los ojos y crecía en mi las ascuas del odio. Se encendieron en mi todas las fraguas del infierno. Creo que Lucifer mismo se hubiera hecho en sus faldas su me hubiera visto odiar esa dantesca visión. Veía sus ojos saltones llenos de risa. Lo estaba ahorcando pero reía. Reía al ver que reconocía mi propia inmundicia en su mirada. Que lo que él hacía era sólo lo que había emulado de su idolo personal. El hombre que lo intentaba alejar del suelo. Hize todo el esfuerzo posible y con un empujón fuerte voté al pendejo de mierda por la ventana. Por la puta! Lo hize. Lo hize finalmente. Me liberé de ese espejo de odio. Me desencadené de esa podrida comedia que me había otorgado el destino. Escuché su grito al caer, los casi 4 segundos que demoró en dar con el suelo. Entré a mi estudio. Tome una enorme bocanada de aire, como el postre luego de un gran banquete, y me senté nuevamente en el computador. A seguir con mis cuentos. Mis cuentos de mierda.

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